Esta historia comienza con mi bisabuela Francisca en el año 1931 tenía la edad de 13 años, Vivía en La ciudad de Guarenas-Venezuela, ella tuvo que trabajar desde una muy temprana edad como se habituaba anteriormente, y esto también fue debido a que en su nacimiento falleció su madre y de esta manera se desintegro su familia porque separaron a todos sus hermanos dándolos en adopción a distintas familias, mi bisabuela creció como una criada y nunca tuvo la oportunidad de estudiar, y se dedicaba única y exclusivamente a planchar y a lavar en casa de gente que para esa época era de alta clase.
Me contó algo muy extraño que le ocurrió a ella y a su única amiga Ignacia, ellas tenían la costumbre
de quedarse planchando hasta altas horas de la noche, sabiendo que siempre se decía que las noches de los días lunes se respetaba, porqué era el día de ¡las Ánimas! Estas son almas en pena que vagan en las noches en busca de que sus fieles devotos les hagan promesas, y a cambio de los favores concedidos, debe prendérseles una vela blanca, hasta el día en que la persona que fue favorecida fallezca, de los contrario si no cumples en prender la vela, ese día no te dejaran dormir ocurriéndote cosas paranormales en tu casa, como por ejemplo; Te tocan a la puerta y no hay nadie, te prenden las luces cuando duermes cosa que para esta época solo eran velas, abren y cierran las puertas de los gabinetes de la cocina, arrastran las sillas o muebles, y un sin número de cosas en descontento porque no le cumpliste.
Francisca y Ignacia le hicieron caso omiso a todo esto ya que ellas no pretendían asustarse con las leyendas e historias que contaban los viejos del pueblo, además para el momento no habían caído en cuenta que esa noche era lunes “Día de las Ánimas”. Ignacia planchaba junto a la ventana y veía pasar mucha gente por la calle, le dijo a francisca que se acercara a ver por qué tantos murmullos y tanta gente si eran aproximadamente 9:30 a 10:00 pm cuando para esa época la única forma de iluminarse era por medio de lámparas y velas, ellas se quedaron observando que caminaban alrededor de unas 200 personas, y se imaginaron que vendrían de alguna fiesta en algún otro pueblo, cuando venía la última persona por la calle, se acercó a la ventana con una sonrisa deslumbrante les dijo: Buenas noches señoritas me duele mucho el brazo no puedo sujetar tanto peso, guárdenme esta vela y yo vengo por ella luego. Ellas con un acto de generosidad accedieron a tomarla y guardarla, era una vela aproximadamente de unos 40 centímetros y de color blanca, ellas la envolvieron en un trapo o paño y la dejaron junto con las ropas que habían estado planchando y se fueron a dormir.
Al día siguiente contaron a una vecina lo que les había ocurrido aquella noche, ella les dijo muy exaltada ¡Ustedes son locas ayer era el día de las Ánimas! Ellas se rieron y dijeron; esas no eran animas ellos eran personas que venían de una fiesta y un señor hasta nos pidió un favor de que le guardáramos una vela. Fueron a buscarla y cuando la desenvolvieron para mostrarle a su vecina que ellas tenían razón, quedaron horrorizadas con lo que estaban viendo, no podían creer lo que veían, lo que antes fue una vela blanca ya no era una vela, era un hueso todo putrefacto que encajaba perfectamente como el hueso de un brazo humano. Estaban muy asustadas porque no había ningún tipo de explicación para lo que estaba aconteciendo.
Desde ese día ellas aprendieron la lección que ahí afuera siempre habrán cosas sobrenaturales a las que hay que respetar así creas o no creas, debes respetar o como consecuencia esperar la visita del Ánima.
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